jueves, 29 de agosto de 2013

El pedo de cuero

Una vez fui a una casa ajena. A mi me enseñaron que en casa ajena uno debe ser como el mas aristócrata del mundo. Debe ser bien educado, ir bien vestido para no caer mal, ir bien peinado, sin recortes, nada de hippismo. Y esa vez, era lo que estaba dispuesto a hacer.
La casa era gigante. De esas casas que son una mezcla de castillo medieval con corte suprema de justicia. Mucha piedra, mucha madera. Adornos sin función por todos lados. Jardín y jardinero. Una araña gigante en el techo con doce millones de lamparistas como fueguitos. Manteles con bordados, mas bien, bordados con manteles. Mucama cuasi esclava. Todos los adornos grandes y muchísimo espacio sin usar.
Allí me encontraba yo mirando, erguido como un conde y cuidando mis movimientos para no bajar de clase social, cuando la mucama de la familia me invitó a pasar al living. Si, un living áspero y frío, como suelen ser los livings que no se usan. Adentro estaba ya el hombre con su esposa y sus hijos.
¿Que tal? ¿Como les va? Permiso, adelanté yo. Hola respondieron todos con gesto de agradecimiento y me invitaron a sentar sobre el sillón. Un sillón para cuatro personas totalmente forrado en cuero negro.
Dadas las circunstancias, emprendí a sentarme. Y en un movimiento de acomodo, una retumbante flatulencia cuerina salió despedida a todo vapor. ¡Qué vergüenza! ¡Pero si yo no fui! Se excusaba mi conciencia. Y en un astuto intento de réplica hacia los sorprendidos oidos a los que había llegado mi pedo de cuero, hice un fugaz movimiento igual al anterior para demostrar que el pedo que habían escuchado era en realidad la fricción de mi culo contra el sillón.

El George Clooney hipócrita.

Ha pasado mucho agua bajo el puente. Pero hay un puente, así que de nuevo, vuelvo a volver con los Puntos Impensados.
Todos hemos salido de farra con amigos. Hemos llegado a casa sin saber como, y hemos hecho cosas que no son aceptadas por las reglas del juego social. Y esto, al contrario de lo que pensaron los creadores de estas reglas, nos invita a romperlas. Una por una, para demostrarnos cuán vivos estamos; a veces a nosotros y a veces a los demás.
Entonces, me encontraba yo en una de aquellas etapas. Literalmente me había prendido a la botellas que pasaban por delante. Cerveza, licor, fernet, whisky, aguardiente, agua, gaseosa y muchos otros menesteres que no hacían mas que destruirme la integridad física; complaciendo mis gustos de bebedor. No voy a ser hipócrita, la verdad es que además de las bebidas, otras cosas también ayudaban con la destrucción de mi propio semblante, así que en poco tiempo mi cara parecía la de; bueno, ya saben. Esa cara.
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Puesto que no me había dado cuenta aún de mi devastada figura, ni de mi cuelgue momentáneo de varias docenas de minutos, un amigo se acerca y me dice:
- Bdaudo edaaa deruioooo.
Y yo reaccionando con dos toneladas de destrucción encima, me esfuerzo para prestarle atención:
-¿¡Qué!?
- Que estás destruido. Mirate la cara.
Resulta que debido a la profundidad del agravio, me levanto y voy a verme a un espejo. Y mientras voy llegando, sabiendo tengo la cara como un queso, empiezo a metamorfosear mi rostro hasta dejarlo como el de George Clooney.
-Boludo, no estoy tan mal...
No seas hipócrita con vos mismo.