jueves, 4 de marzo de 2010

Dormitar


Llegada la medianoche Jacobo se acostó para dormirse. Había tenido uno de esos días en los cuales no aguantas a nadie. Uno en los cuales te molesta hasta que te avisten que tenés un agujero en el pantalón y se te ve el calzón de Bob Esponja. Así que, para terminar con esta absurda jornada, se acostó.

Entre ovejas y fantasías Jacobo viajó por su conciencia. ¡Qué día difícil el de hoy! ¡Qué compleja es la vida si la tenés que superar solito!, pensaba.
También se acordó de las personas que le hicieron pasar mal su día, y las maldecía con todas las atrocidades posibles, pues no había regla ni individuo que le impidiese putear somnolientemente (osea insultar pensando).
¡El conchudo del colectivero! Retumbaba para sus adentros. ¡Lo agarraría con un palo en el medio del lomo y lo haría pedir perdon de rodillas! ¡Y el forro que atendía en el negocio de la otra cuadra! A ese le haría lavarse los huevos con soda cáutica. Por favor, ¡Qué día pésimo que tuve! No quiero ver ni escuchar a nadie mas. Por suerte ya terminó.

Tuc, tuc, tuc. Sonó la puerta del cuarto.

-Jacobo, ¿Estás despierto? Tenés telefono, es tu jefe.

Por supuesto Jacobo se hizo el boludo totalmente e interpretó como si fuera un actor profesional que ya estaba durmiendo y soñando con los angelitos.

Pasa ¿no?